¿Qué pasa cuando el mundo deja de tener un enemigo común?
Pues bien esto precisamente nos contextualiza con uno de los cambios más significativos del siglo XX: el final de la Guerra Fría.
Este conflicto que perduró en el tiempo aproximadamente 45 años (desde 1947 hasta 1991), definió la política global y estuvo marcado por tensiones entre el bloque occidental encabezado por Estados Unidos y el bloque oriente encabezado por la URSS. Pero, ¿qué ocurre al final, cuando el gran antagonista desaparece? Es decir, con la caída de la Unión Soviética. En 1991, con la disolución de la URSS, el mundo se enfrentó a un vacío de poder que dejó a las grandes potencias internacionales preguntándose, ¿quién llenaría ese vacío?
Para entender este cambio hay que remontarse al inicio de la Guerra Fría, el cual se sitúa poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, y es precisamente esto lo que lo desencadenó. El líder soviético, Josef Stalin no estaba satisfecho con la división de Europa en la posguerra, ya que consideraba que no reflejaba de forma justa la contribución de su nación durante el conflicto. De hecho, en su visión, las victorias del Ejército Rojo no solo habían derrotado a los nazis, sino que también le daban derecho a un control más amplio sobre Europa del Este.
En respuesta a esta expansión soviética, Estados Unidos adoptó una postura de defensa agresiva, materializada en una política llamada “contención”, que básicamente tenía como objetivo evitar que la influencia soviética se extendiera por el mundo.
El famoso “Telegrama Largo” de 1946, escrito por el diplomático estadounidense George Kennan, situaba a la URSS como un país inseguro e incapaz de cooperar con Occidente a largo plazo, lo que dió lugar a un enfrentamiento ideológico y político entre las dos superpotencias.
Lo que parecía ser un enfrentamiento sin fin, de pronto llegó a su fin con la caída del muro de Berlín en 1989, que simbolizó el final de esta Guerra Fría y a su vez la reunificación de todo un país dividido durante 40 años. Además simbolizó la fractura definitiva del bloque soviético, y finalmente en 1991, la URSS se disolvió oficialmente.
Así pues, tras la caída de la Unión Soviética, como vengo diciendo, dio paso a un vacío de poder que prácticamente alteró toda la arquitectura internacional. Sin una superpotencia rival, ¿quién lideraría el mundo? La respuesta parecía obvia: Estados Unidos. Pero, ¿realmente todo salió como se esperaba?
Con Estados Unidos a la cabeza, los años 90 dieron paso a la era americana, donde el “sueño americano” parecía hecho realidad: un mundo sin rivales, donde Estados Unidos lideraba sin oposición. Durante este periodo la expansión de su influencia parecía imparable. Sin embargo, en las próximas décadas dos grandes potencias empezaron a pisarle los talones a Estados Unidos, estas eran: China y Rusia.
De hecho autores como Jim Sciutto, en su libro, The Shadow War, explica cómo ambos países han lanzado una "guerra en la sombra" contra EE.UU, usando tácticas como ciberataques y desinformación. De hecho esto lo podemos llevar a la realidad actual, aunque Estados Unidos sigue siendo potente, enfrenta un nuevo tipo de conflicto que pone en peligro su liderazgo global, es decir, su liderazgo ya no es tan claro ni sólido.
Centrándonos en el siglo XXI, la relación entre Estados Unidos y China se ha convertido en la más crucial a nivel global. La guerra comercial iniciada por Donald Trump en 2018, junto a disputas en tecnología y seguridad, ha elevado esta confrontación, de hecho otros consideran la posibilidad de una nueva Guerra Fría. Sin embargo, la realidad es que China no busca reemplazar a Estados Unidos, sino más bien buscar su espacio para fortalecer su economía y participar activamente en la gobernanza global.
En aspectos como el comercio y la tecnología, especialmente en áreas clave como la inteligencia artificial y las telecomunicaciones, China ha intensificado su competencia con EE.UU, lo que añade más tensiones a la relación.
En mi opinión, creo que el futuro de esta relación dependerá únicamente de si consiguen colaborar o si se encaminan hacia un enfrentamiento prolongado. Y al final, al ser dos grandes potencias mundiales, nuestro futuro en parte también dependerá de ellos.
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